Historia
La Cristiada: la guerra que definió la relación con el Vaticano
Ante la histórica visita del Papa Francisco, conviene repasar la historia de una guerra que marcó para siempre a México y el PRI.

Porfirio Díaz Mori fue presidente de México durante más de 30 años y tomó como uno de sus objetivos sacar al país a rastras de la época colonia y forzarlo a entrar a una estabilidad capitalista (pax porfiriana) que costó millones de vidas y la opresión económica de la mayor parte del pueblo mexicano.

Cuando estalló la Revolución Mexicana en 1910 buscando tirar al dictador, el país cayó en un conflicto que se alargaría durante más de una década y dejaría cicatrices imborrables en la piel de la República, pero que forzaría a México a ingresar a la época moderna y a reformar sus instituciones.

Después de años de conflicto e inestabilidad, las cosas comenzaron a tomar forma en México hacia principios de la década de los 20. 

Once presidentes y catorce años después, en 1924 llegaría a la presidencia el que se convertiría en el Jefe Máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles.

Bajo su mandato la ola de caudillismos post-revolucionarios que durante años imposibilitó la tranquilidad del país comenzó a amainar, infundiendo una frágil estabilidad en México.

Plutarco Elías Calles en la portada de la revista TIME Diciembre 1924

Aunque la “I” del PRI llegó varios años después, el Partido Nacional Revolucionario fundado por Calles fue el precursor del proyecto político institucional más influyente en la historia de este país y que gobernaría México durante el resto del siglo XX. Un logro que probablemente ni Calles ni Cárdenas hubieran pronosticado.

Calles seguramente no fue el primer caudillo en entender la importancia de formar instituciones fuertes, pero sí fue el primero en lograr avances reales y terminar con la tradición – a la que los revolucionarios eran tan adeptos- de usar el asesinato como herramienta de relevo presidencial.

Es imposible entender el proyecto político de Calles, que posteriormente se convertiría en el PRI, sin hablar de una de sus consecuencias más sangrientas: el conflicto armado que se desarrolló de 1926 a 1929 y que resultó en la muerte de unas 250 mil personas. Se trató del último gran conflicto armado en territorio mexicano, hasta la llegada de la Guerra Contra el Narco.

Un socialista ateo a la presidencia

Como otros líderes graduados de la Revolución Mexicana, Calles era un general y líder de hombres, sin embargo sus triunfos más importantes durante el conflicto no se dieron tanto en el campo de batalla sino a la hora de escoger aliados y tejer alianzas.

Álvaro Obregón, su mentor, ganó la presidencia en 1920 –después de sublevarse en contra de su jefe Venustiano Carranza- y colocó a Calles como su Secretario de Gobernación. Cuatro años más tarde lo apoyó para llegar a la Presidencia.

Decían que Obregón dependía tanto de Calles que se había convertido en el brazo derecho que éste perdió en la batalla de Celaya, cuando todavía peleaban leales a Carranza.

Para entender las posturas políticas de Calles –y del PRI- hay que empezar por la infancia del general. La familia del Líder Máximo podía rastrear sus raíces en la región norteña hasta antes de la existencia de la nación. Francisco Elías González llegó de España en 1729, a la zona que hoy es Zacatecas. La familia Elías fue escalando rumbo al norte hasta asentarse en el estado de Sonora, donde Elías Calles nació en 1877.

El proyecto revolucionario de Calles, comparado con el del resto de los caudillos de la Revolución, fue quizás el mas progresista, dice López Muñoz.

El tío de Elías Calles era un ateo ferviente y se cree de él sacó el presidente sus tendencias anticlericales. Otro factor que probablemente influyó en su pensamiento fue haber crecido bajo el estigma de ser un hijo ilegítimo, según la versión que dice que sus padres nunca se casaron. 

Se cree que ser un ilegítimo ante los ojos de la Iglesia lo hizo rebelarse aún más contra la institución. 

Para cuando él nació, la añeja fortuna familiar y las tierras de los Elías hacía tiempo se habían esfumado. Su madre, María de Jesús Campuzano, murió cuando él tenía tres años y su padre, un alcohólico de nombre Plutarco Elías Lucero, lo abandonó. Elías Calles creció con la hermana de su madre, María Josefa Campuzano, y su marido, un profesor y comerciante de nombre Juan Bautista Calles, a quien honró adoptando su apellido como propio.

En entrevista con LPO, Armando López Muñoz, doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, opina: “Calles parecía tenerle un odio personal a la Iglesia, se han especulado muchas razones, por ejemplo que era masón, o que sus orígenes familiares lo habían influenciado."

“Lázaro Cárdenas en los 40 instituye al grupo de muralistas (Siqueiros, Orozco, Rivera, etc.) como los que ‘partirían el queso’ de la cultura en México; pero durante el Maximato el mundo de la cultura estaba cooptado por un grupo de intelectuales gays. Gente como Villaurrutia o Salvador Novo, que era abiertamente homosexual. Eran muy refinados, hacían chistes de su homosexualidad y eran a los que el presidente promovía para el mundo de la cultura. Sí hubo persecución contra los homosexuales, pero con todo, Calles tenía una postura bastante progresista para la época”, agrega López Muñoz.

Durante su administración, además del PNR, Calles creó algunas de las instituciones más importantes del México moderno, como el Banco de México; ordenó la construcción de carreteras, presas y escuelas; y puso a cargo de la educación a José Vasconcelos, quien es quizá la figura más influyente de la educación en la historia de México.

Plutarco Elías Calles y su mentor Álvaro Obregón

Al final de su administración en 1928, Calles anunció que México tenía que dejar de ser un país de caudillos y entrar de una vez a la “etapa de las instituciones”. Ese mismo año su mentor y antecesor, Álvaro Obregón, compitió nuevamente por la presidencia. Y ganó. 

Cuando el manco de Celaya viajó a la ciudad de México a celebrar su triunfo electoral, un joven católico fanático de nombre José de León Toral se infiltró en la comida de celebración que un grupo de legisladores ofrecía en honor al presidente electo.

Toral se hizo pasar por caricaturista y dibujó a varios de los asistentes, acercándose poco a poco al general. Cuando llegó a Obregón también le dibujó una caricatura, y procedió entonces a sacar su pistola y abrir fuego contra el general en seis ocasiones. Obregón murió ahí mismo.

La versión oficial es que el joven actuó solo, aunque algunos creen que Obregón en realidad fue ejecutado por varios tiradores, y apuntan al más beneficiado de su muerte como el responsable: Plutarco Elías Calles.

Tras la muerte del presidente electo muchos esperaban que Calles aprovechara para extender su periodo, sin embargo demostró su compromiso con la institucionalidad –aunque fuera sólo en la superficie- y apoyó el ascenso de su secretario de Gobernación, Emilio Portes Gil, quien dos años después convocó a elecciones.

A partir de 1929, con todo y su discurso institucional, inició la etapa conocida como el Maximato, en el que el poder verdadero lo ostentó Calles, aunque la banda presidencial la vistieran otros.

Calles contra el clero

Rebeldes Cristeros

A partir de 1926 Plutarco Elías Calles comenzó su campaña en contra del clericalismo. Utilizando las leyes existentes en la constitución de 1917 introdujo al Código Penal la llamada Ley Calles para hacer valer las provisiones de la Constitución.

Las leyes anticlericales prohibían a los líderes religiosos vestir ropas de culto fuera de la iglesia. Prohibían realizar culto fuera del templo. Prohibían la participación activa del clero en asuntos políticos, y por supuesto no permitía que ningún miembro del clero ocupara un puesto en el gobierno. También prohibía a los curas pronunciarse en favor de algún candidato, y no permitía que heredasen bienes a menos que vinieran de un familiar cercano. Indicaban que la educación en México debía ser “secular y libre de toda orientación religiosa”. Y ordenaban que las iglesias tuvieran sólo “los bienes necesarios para existir y alcanzar sus objetivos”. Además, lo curas no tenían derecho al voto.

Algunas de las medidas más extremas adoptadas por el Gobierno fue la expulsión de curas extranjeros, la expropiación de inmuebles de la iglesia, y el encarcelamiento por hasta cinco años a curas que hablaran mal del gobierno.

Ante las reformas de Calles contra la Iglesia, en el centro del país empiezan a crearse los primeros grupos de Cristeros que enfrentan a fuerzas federales.

La primera estrategia de la iglesia fue reunir firmas para solicitar al gobierno una reforma constitucional. Cuando el gobierno de Calles se negó a reformar la Constitución, ese mismo año en la zona centro del país empiezan a organizarse grupos armados de Cristeros y se dan los primeros enfrentamientos con las tropas federales.

Los estados más afectados por la guerra fueron, empezando por la región del Bajío, Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes; así como Nayarit, Colima, Michoac·n y parte de San Luis PotosÌ al igual que Zacatecas, en la Ciudad de MÈxico, y en la penÌnsula de Yucat·n

En 1927 inician los enfrentamientos formales con un manifiesto firmado por René Capistrán Garza donde demandaba la abolición de las leyes anticlericales. Para el segundo año del conflicto se presume que los cristeros contaban con unos 10 mil hombres. Se calcula que en 1929 ya eran 20 mil.

“La rebelión cristera tiene muchos elementos que la hacen interesante”, cuenta López Muñoz.

“Fue una guerra brutal en la que tanto cristeros como federales cometieron atrocidades condenables. De ella surgieron instituciones como el Centro de Derechos Humanos Pro, de los jesuitas; grupos políticos como los Tecos o el Yunque y el propio Partido Acción Nacional contó con descendientes de cristeros entre sus filas”.

Otro de los aspectos interesantes, explica López Muñoz, fue la participación del Vaticano: “Para empezar y a pesar de lo que se ha declarado hasta nuestros días, muchos especialistas creen que el Vaticano sí apoyó las acciones de los combatientes, e incluso es probable que hayan ayudado a financiar el movimiento directamente, aunque no existen pruebas irrefutables de esto”.

A diferencia de la Revolución Mexicana, que se trató de un movimiento rural alimentado por los campesinos y terratenientes del norte del país, la Cristiada contó con la participación activa de las clases medias y altas del centro país, sector que durante la Revolución no estuvo tan activo en el conflicto.

“También fue la primera vez que hubo participación activa mujeres en combate”, recuerda López Muñoz. Las famosas “adelitas” de la Revolución, protagonistas de tantas fotografías históricas, funcionaban más como unidades de apoyo para los combatientes, curando heridos y preparando alimentos. No fue así en la Cristiada. “Las mujeres estuvieron en el frente, armadas, y jugándose el cuello tanto como los hombres”, dice.

Mujeres Cristeras


Ambos bandos sufrieron bajas brutales y se calcula que al final del conflicto, en 1929, hubo unos 100 mil muertos, además de 200 mil desplazados que tuvieron que refugiarse en Estados Unidos.

Llama la atención que –de acuerdo a cifras tomadas como ciertas por la literatura oficial- las fuerzas federales sufrieron unas 60 mil bajas, mientras que el Ejército Cristero entre 25 y 30 mil. 

Es sabido que el estado del Ejército Mexicano era deplorable, mientras que los Cristeros estaban bien armados, alimentados y pagados.

En la narrativa de los herederos ideológicos de los Cristeros –por ejemplo los productores de la épica cinematográfica de 2012 “Cristiada”, dirigida por Dean Wright y protagonizada por Andy García en el rol del general cristero Gorostieta, y el salsero Rubén Blades como Calles- el Gobierno de Calles cerró los templos y obligó a los fieles a levantarse en defensa de su fe. La realidad es que fue el propio Episcopado el que ordenó el cierre de las iglesias para meter presión al gobierno. Para muchos de los rebeldes este acto fue el catalizador del levantamiento.

Las imágenes de brutalidad narradas por el historiador francés Jean Meyer, autor de tres libros sobre la Cristiada que sirvieron como base para la película de Wright, pintan unas tropas federales dispuestas a torturar y mutilar con tal de poner el ejemplo. Es la época de los célebres cuerpos colgados de los postes en el Bajío para disuadir a los enemigos en potencia, práctica que con entusiasmo imitaría el narcotráfico setenta años más tarde.

Los muertos de la iglesia fueron reivindicados durante los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. En el año 2000 Juan Pablo II canonizó a 27 religiosos que murieron durante el conflicto por sus creencias, mismos que ya habían sido beatificados años antes.

El padre Pro momentos antes de ser fusilado

Uno de los líderes de la iglesia más relevantes durante la Cristiada fue el padre Miguel Agustín Pro, ejecutado de manera extrajudicial en la ciudad de México, se dice que por orden directa del presidente. Su muerte causó indignación entre la sociedad de la época por el autoritarismo y la crueldad mostrada por el Gobierno de Calles. Hoy el padre Pro es un mártir y beato de la iglesia y una importante organización defensora de los derechos humanos lleva su nombre.

La Post-Cristiada

En 1929, después de más de tres años de conflicto y miles de muertos, sin mucho protocolo y sin una batalla con final hollywoodense, la guerra llegó a su fin. El ascenso de Emilio Portes Gil a la presidencia, aún a pesar de estar a merced de Calles, se cree que ayudó a conseguir la paz, al igual que la intervención del embajador estadounidense y la disposición de los enviados del Vaticano para llegar a un acuerdo.

La Dra. Carmen Collado, investigadora del Instituto Mora y especialista en el México posrevolucionario considera en diálogo con LPO que el resultado del conflicto, una especie de triunfo para el Gobierno, fue fundamental en el retorno a la estabilidad y a la credibilidad del Estado: “El acuerdo mediante el cual se terminó con la guerra, en el cual el Estado no modificó la Constitución y sólo estableció que se mantendría la libertad culto, fue un triunfo para el Gobierno”.

“Esta postura y el hecho de que el Vaticano y el Episcopado reconocieran que habían fracasado en su idea de derrocar al régimen, aseguró que México pudiera mantener el Estado laico como se había estipulado en la Constitución de 1917 y logró que se fuera estableciendo una sociedad mas laica; mas secularizada y que se estableciera una educación en la cual no se recurriera a las explicaciones religiosas para explicar fenómenos naturales o hecho históricos o la creación”, dice Collado.

La aceptación de esta derrota por parte de los Cristeros permitió que se fortaleciera el Estado laico y surgiera un estado moderno

Como parte del acuerdo también se ofreció amnistía a los participantes y fueron regresadas a la Iglesia algunas residencias curales que habían sido expropiadas.

Con el asesinato de Obregón y el triunfo sobre la Iglesia, Calles consolidó su posición como el hombre más poderoso del país, el Máximo Líder de la Revolución. Su dominio sobre la nación sería absoluto durante los siguientes seis años, periodo conocido como el Maximato.

Sus sucesores en la presidencia, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, serían presidentes sólo en el sentido administrativo. Calles siguió manejando el país desde las sombras, hasta que Lázaro Cárdenas, una madrugada de 1936, lo subió a un avión militar y literalmente lo mandó a Estados Unidos. El general regresaría a suelo mexicano en 1940, cinco años antes de morir.

Es durante el Maximato que Calles, como parte de sus esfuerzos por traer institucionalidad al país, funda el Partido Nacional Revolucionario. El PNR llevaría en su ADN los principios anticlericales de su fundador.

Si bien Cárdenas refundó el partido en 1934 bajo las siglas de Partido de la Revolución Mexicana, y finalmente Manuel Ávila Camacho –quien por cierto era un católico declarado- le dio el nombre con el que se convertiría en leyenda: Partido Revolucionario Institucional; el proyecto político y la visión de Calles permanecieron presentes dentro PRI, así como los artículos de la Constitución que limitaban a la Iglesia Católica.

La reconciliación

Con los años México se fue suavizando y la profunda relación de su pueblo con el catolicismo sólo complicó más la postura anticlerical del Gobierno. Durante décadas se adoptó una postura de tolerancia frente a la Iglesia, y ésta evitó tentar su suerte: no volvieron a protestar por las leyes anticlericales.

En 1988 Carlos Salinas de Gortari llegó a la presidencia después de una elecciones duramente cuestionadas. Se le acusó de haber manipulado los resultados para quitarle el triunfo al candidato de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo de Lázaro. Se cree que este escenario fue el que impulsó a Salinas a remover las restricciones políticas para la Iglesia.

En las reformas a la Constitución impulsadas por Salinas en 1992 se incluye el reconocimiento de personalidad jurídica para las iglesias y se le vuelve a permitir el voto a los ministros de culto, aunque no el derecho a ser votados.

En la opinión de Collado la reforma salinista “tuvo que ver con la ilegitimidad con la que ganó las elecciones”. Además, la popularidad de Juan Pablo II, pudo haber llevado a Salinas a apelar a la devoción del pueblo. “Salinas buscó algo muy cercano a la simpatía de la gente. Aprovechar la religiosidad popular en su favor”, agrega la especialista.

Vicente Fox besando el anillo del Papa Juan Pablo II

Con la llegada al poder del Partido Acción Nacional en el año 2000 la relación con la Iglesia nunca fue tan cercana. Collado recuerda cuando Vicente Fox inició su campaña portan el estandarte de la Virgen de Guadalupe, “algo impensable en México”.

Sin embargo con todo y que el anticlericalismo mexicano no pasa por su momento más duro, el precedente ya fue asentado hace muchos años, y con éxito la nación se ha librado de una Iglesia que pudo haber ejercido una enorme influencia en los asuntos de Estado, como claramente ha sucedido en países como Chile.

La clase política, más allá de populismos y simpatías religiosas, parece estar de acuerdo en los beneficios de que el Gobierno no se identifique con ningún credo. Es en ese marco, que en febrero de este año, otro presidente del PRI, Enrique Peña Nieto, recibirá a otro Papa inmensamente popular, el argentino Francisco.

La lucha Cristera y la postura que de pronto podría verse como extremista por parte de un presidente que gobernó hace ochenta años, dejaron a México una herencia interesante.

“Es muy raro que en un país tan religioso como México a la mayoría de sus ciudadanos les quede muy claro que no es conveniente que la Iglesia participe en los temas de Estado. A pesar de su devoción el mexicano sí cree en la frase: al César los que es del César y a Dios lo que es Dios. Esto es gracias a la guerra Cristera. Esta relación es ya una tradición arraigada en México. La certeza de que lo mejor para la Iglesia, para el Estado
y para el pueblo, es que estén separados”, concluye López Muñoz.

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