Opinión

Vindicación del hermano nazareno

Nazarenos de la Hermandad de la Bofetá en la Plaza de San Lorenzo.

Nazarenos de la Hermandad de la Bofetá en la Plaza de San Lorenzo. / Juan Carlos Muñoz

Ahora. Precisamente ahora, cuando la Semana Santa va quedando lejos entre los días de Pascua, en algunos recuerdos nostálgicos de vivencias personales, y el tiempo, siempre terapéutico, ubica definitivamente a cada uno en su lugar, me gustaría reflexionar en Sevilla sobre la circunstancias actual del hermano nazareno de cera o cruz. Mujeres y hombres tal vez desconocidos en frías listas de los diputados canastilla y celadores, cuya aspiración ha sido desde siempre la de acompañar a sus sagrados titulares en pública manifestación de fe a la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, sin mas anhelo quizás, y no para todos, que el de alcázar alguna vez su antigüedad y méritos una vara o insignia en las "tripas" de su cofradía.

Durante siglos el hermano nazareno ha sido -y aun lo sigue siendo- el alma espiritual que explica, cuando no justifica, el evidente desarrollo moderno de las hermandades y cofradías sevillanas. Sostén económico que se manifiesta en el impulso de las mayordomías que hoy afortunadamente vivimos y disfrutamos todos los cofrades. Porque es de justicia reconocer que estas corporaciones penitenciales experimentan, hoy por hoy, un evidente auge socio-económico muy notable en la ciudad de Sevilla, en toda Andalucía. Cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor, por mucho que añoremos -los que tenemos ya cierta edad- la Semana Santa casi familiar e íntima de nuestra infancia y juventud de hace casi medio siglo. Entonces como ahora, salir de nazareno no fue nunca sólo un gozo individual, ni mucho menos un divertimento colectivo y vacuo de contenidos religiosos, tampoco una excéntrica penitencia de "sangre", propia de otros tiempos afortunadamente superados.

Salir de nazareno sin más pretensiones personales de otra índole que la de hacer estación de penitencia y pública manifestación de fe fue desde siempre una actitud cristiana por lo menos respetable. No descubro nada nuevo si señalo, como hermano nazareno, que los nazarenos necesitamos, y ahora mas que nunca, formación cofradiera que abunde en la calidad de la estación de penitencia; en el verdadero sentido de esta pública manifestación de fe; en el porqué del hábito que todos vestimos, como hicieron otros antes de nosotros y otros harán después en un bendito ciclo cofrade de la vida y la muerte porque todos pasamos y la cofradía permanece. Por eso me inquieta la polémica social de los "numerus clausus". Sería minimizar, o peor dinamitar, uno de los cimientos históricos de nuestras cofradías que ha sustentado el crecimiento de las hermandades de penitencia desde siempre. Ya lo intuía hace unos días El Fiscal, al incidir en la necesaria formación de los nazarenos y desde luego en el respeto del público, tan degradado desde la post pandemia como quien acude a una fiesta masificada y laica por el desdén de muchos.

El ejemplo del nazareno formado y cívico es el mejor espejo para un entorno no siempre tan respetuoso con las cofradías de penitencia en la ciudad de Sevilla. No vamos a insistir más en el asunto. Pero la vindicación del hermano nazareno es absolutamente necesaria en nuestras cofradías. Es el patrimonio más consustancial y al mismo tiempo el más preciado, porque hablamos de personas. En la prensa escrita, en la radio y en la TV se escribe e informa tal vez demasiado y a veces sin fundamento exhaustivo de los bellos exornos florales de nuestros pasos, de los prolijos bordados, incluso de los excelentes capataces y hermanos costalero y no digamos nada de las magníficas bandas de música que acompañan a nuestras cofradías. Muy recomendable, desde luego. Pero nada o casi nada se argumenta de los hermanos nazarenos que integran la estructura básica de toda cofradía como la columna vertebral de las procesiones peniténciales; de sus hábitos procesionales, de las insignias y enseres que portan en sus respectivas cofradías, de su significado y evolución histórica. Sólo números, números vacuos.

Sin denostar todo lo señalado más arriba, que duda cabe, porque forma parte de nuestra idiosincrasia cofradiera sevillana, son los hermanos nazarenos de luz o cruz los que integran mayoritariamente los cortejos penitenciales. Por eso debemos atenderlos y cuidarlos en su formación moral e histórica y no sólo en la estética cofradiera exterior. En los últimos tiempos prestamos todos -especialmente algunas juntas de gobierno- demasiada atención a lo externo, incluso a lo folklórico y turístico. Se ha abandonado la instrucción interior del hermano nazareno; mujeres y hombres anónimos que durante siglos han constituido la medula social de las hermandades y cofradías de penitencia, con sus miserias y sus grandezas, y éstas, las cofradías, siempre fueron fiel reflejo de la idiosincrasia de sus hermanos y hermanas. Algo que parece confuso hoy en día, pues mucho se tiende a la unidad temática y a los modelos cofradieros encorsetados por falta de formación moral e histórica de los nazarenos. Y en consecuencia se olvida que salir de nazareno es algo muy, pero que muy serio, aunque no triste. Vindicación de hermano nazareno en nuestra Semana Santa que persigue con estas líneas acentuar su respeto individual y colectivo, y sobre todo, acrecentar con su carisma peculiar e instructivo el sentido diferenciador de cada una de nuestras benditas cofradías en la Semana Santa de la ciudad de Sevilla.

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